1. Dios, el Señor supremo y Rey de todo el mundo, ha ordenado magistrados civiles para que estén bajo su mando y sobre el pueblo, para su propia gloria y el bien público; y para este fin los ha armado con el poder de la espada, para defensa y estímulo de los que hacen el bien y para castigo de los que hacen el mal.
2. Es lícito a los cristianos aceptar y ejercer el cargo de magistrado cuando son llamados a ello; en cuyo desempeño deben mantener especialmente la justicia y la paz, de acuerdo con las leyes saludables de cada reino y república; para tal fin pueden legalmente ahora, bajo el Nuevo Testamento, hacer la guerra en ocasiones justas y necesarias.
a 2 Sam. 23:3 ; Sal. 82:3–4 b Lucas 3:14
3. Puestos los magistrados civiles por Dios para los fines antes mencionados, debemos someternos al Señor en todas las cosas legales que ellos ordenan, no solo por causa de la ira, sino también por causa de la conciencia; y debemos hacer súplicas y oraciones por los reyes y todos los que están en autoridad, para que bajo ellos podamos vivir una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y honestidad.
a Romanos 13:5–7 ; 1 Pedro 2:17 b 1 Timoteo 2:1–2